Belladona (atropa belladonna)

 


Esta planta se utilizaba en la antigüedad como planta medicinal por sus virtudes curativas, pero también tiene fama por ser una planta venenosa. Vinculada con la brujería, al igual que otras plantas como la mandrágora, el estramonio, el beleño, son plantas de la familia de las solanáceas, la familia de plantas que más se ha relacionado con las brujas a lo largo de la historia. 

Historias y leyendas han hablado de la Belladona afirmando que formaban parte de los ungüentos de vuelo de las brujas, con los que decían volar al akelarre, y muchos dicen que las damas nobles las usaban para dilatar las pupilas y conseguir una mirada más brillante y hermosa.

La Belladona es una planta venenosa, originaria de diferentes zonas de Europa, norte de África y Asia. Esta planta produce bayas pequeñas y negras, de sabor algo dulce y muy atractivas, las cuales son tóxicas. Comer sus frutos u hojas puede ser mortal.  La ingesta de 5 o 10 bayas es mortal para un adulto y 2 frutos bastan para matar a un niño.  

La Belladona se ha utilizado desde hace muchos siglos para diferentes fines, como narcótico, afrodisíaco, veneno por su gran toxicidad, estimulante para la guerra, en la alquimia, en la medicina para tratar diferentes afecciones y por las brujas para sus rituales.

Esta planta al igual que su prima la Mandrágora posee varios de los mismos alcaloides mortales, como la atropina y la escopolamina. Estos alcaloides en dosis muy pequeñas son psicoactivos de varias formas, como pueden ser afrodisíacos y excitantes en un primer nivel, en mayor dosis son narcóticos y en mayor dosis son delirantes, es decir, que producen alucinaciones. Pasado ese nivel la belladona es mortal. La dosis psicoactiva y la dosis mortal están muy cerca, por eso no se recomienda su uso. 


Belladona, el ingrediente de las brujas 


En el siglo XVI Giovanni Battista della Porta, un médico alquimista, menciona la Belladona como una de las plantas que sirven para cambiar de forma y transformarse en animal.

Andrés Laguna, un médico español dedicado a la farmacología y a la botánica médica, quien en 1545 se encontraba en Metz, al servicio del duque de Lorena, llevó a cabo un experimento relacionado con el fenómeno del vuelo de las brujas. Durante su estancia en la ciudad francesa, se hizo con un ungüento verde y maloliente que había sido descubierto en la choza de dos presuntas brujas que estaban siendo juzgadas. Andrés Laguna lo describe así: «su olor era tan grave y pesado que mostraba ser compuesto con hierbas en el último grado frías y soporíferas cuales son la cicuta, el solano (belladona), el beleño y la mandrágora». Laguna decidió probar el ungüento en una de sus pacientes, la esposa del verdugo de la ciudad, que sufría de insomnio. Tan pronto como lo frotó por todo su cuerpo, la mujer cayó en un profundo sueño en el que soñó con  mil cosas extraordinarias. Como Laguna escribió más tarde en las anotaciones a su traducción de De Materia Médica, de Dioscórides, este experimento le llevó a la conclusión de que las brujas en realidad no se mueven, sino que únicamente vuelan y asisten a sus reuniones en sueños. El experimento de Andrés Laguna pronto se convertiría en una referencia habitual en la discusiones sobre brujería de la Inquisición española. 

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